JESUS GARCIA-VIZCAINO

Psicólogo Clínico. Sexólogo. Especialista en Adicciones.
jesused@gmail.com

MARIANA FLINT

Psicólogo Clínico. Especialista en Adicciones.
marianaflint@gmail.com

jueves, 27 de mayo de 2010

Parece que aun faltan pruebas sobre la Adicción a Internet...



Particularmente, hemos conocido casos que clinicamente indican el patrón de una adicción a internet, sin embargo, pareciera que los hallazgos de la investigaciones aun no son concluyentes respecto al establecimiento de esta condición como diagnóstico... Como hacemos??... Dejamos copia de este reportaje para la reflexión...







REPORTAJE: PSICOLOGÍA - El País (España)

El mito de la adicción a Internet

La Red no crea patologías, canaliza problemas existentes - EE UU lo excluye como trastorno - Hace 15 años un psicólogo creó en broma el término


En un día cualquiera de 1995 al psiquiatra Ivan Goldberg, afincado en Nueva York, se le ocurrió gastar una broma. Había leído la cuarta edición del Manual diagnóstico y estadístico de trastornos mentales (DSM, en inglés), la Biblia de la psiquiatría moderna, y decidió animarse con una parodia. Se inventó una enfermedad.

La llamó "desorden de adicción a Internet" (IAD, en inglés). Describió sus síntomas y lo colgó, cómo no, en su discreto portal de Internet, hoy aún disponible. Habló de ansiedad, de necesidad de conectarse horas y horas, y de movimiento involuntario de los dedos para teclear. Incluso animaba a crear un grupo de ciberadictos anónimos. Probablemente lanzó unas carcajadas antes de publicarlo.

La sorpresa llegó días después. Recibió decenas de mensajes de gente que se identificaba con el problema. Sus colegas de profesión abrieron un intenso debate. La idea se extendió. Ese mismo año, la psicóloga Kimberley Young, referente en la materia, fundó el Centro para la Recuperación de la Adicción a Internet (netaddiction.com). Los medios comenzaron a hacerse eco. La bola de nieve ya era demasiado grande para detenerla.

Quince años después, la polémica continúa, aunque desinflada. Cada vez más expertos se niegan a admitir esta patología.
"En 25 años de profesión no he conocido ni un solo paciente que la tenga. Es como hablar de adictos al teléfono, no tiene sentido", asegura José Miguel Gaona, médico psiquiatra especializado en adicciones y doctor en Medicina por la Universidad Complutense de Madrid.
El último borrador del DSM, elaborado por la Asociación Americana de Psiquiatría, vuelve a excluir la dependencia de Internet como trastorno de conducta. No hay ninguna evidencia científica.
Goldberg, el bromista, intentó aclarar el entuerto en el año 1997. "Si extendemos el concepto de adicción para incluir todo aquello que la gente hace en exceso, tendríamos que aplicarlo a leer libros, a hacer ejercicio, a hablar con la gente...", declaró a la revistaThe New Yorker. Pero la broma sigue viva.Desde 1996, decenas de estudios han intentado demostrar sin éxito la existencia de la adicción a Internet. El último viene de Reino Unido. Según investigadores de la Universidad de Leeds, el 1,2% de la población europea entre 16 y 51 años vive enganchada. Su droga: conectarse demasiado tiempo e ignorar otros aspectos de la vida. Aseguran, además, que muchos de ellos sufren depresión. Pero hay un problema. "No sabemos qué ocurre primero, si la gente deprimida acude a Internet o es esta la que produce depresión", se pregunta Catriona Morrison, autora principal del informe.
La bibliografía es extensa. El hospital universitario de Kaohsiung (Taiwán) reveló recientemente los resultados tras dos años de analizar el comportamiento de adolescentes: un 11% vive obsesionado con la Red. La Universidad de Augusta (EE UU) lo cifró en el 4% en EE UU y el 14% en China. En 2008, la Universidad de Stanford habló del 1%. Vaughan Bell, profesor en el Instituto de psiquiatría del Kings College de Londres, afirma que estas investigaciones se basan en encuestas mal diseñadas y muestras insuficientes. "Definen adicción en función del número de horas que pasamosonline, pero no de las causas que llevan a ello. La gente es adicta a sustancias o actividades, no a un medio de comunicación. Decir que soy adicto a Internet es tan absurdo como decir que lo soy a las ondas de radio". Como él, varios psicólogos y psiquiatras se han dedicado los últimos años a desmontar mitos. Scott Caplan, profesor en la Universidad de Delaware (EE UU), lleva desde 2002 estudiando la relación entre interacción social e Internet. Sus resultados son reveladores: personas con ansiedad, depresión y dificultad para socializar tienden a usar más Internet y no al revés. Es decir, la Red no crea patologías sino que canaliza una desviación existente. ¿Cuánto tiempo es normal y excesivo delante de la pantalla? Helena Matute, catedrática de Psicología de la Universidad de Deusto, fue una de las primeras en España en publicar un artículo sobre el tema (en 2003). "Si alguien no puede dejar de entrar en Internet es como si fuera al mismo bar de la esquina todos los días. Podría ser un problema, pero no una adicción", escribió. Hoy sostiene la misma postura. "Mucha gente tiene trastornos de conducta, pero en la inmensa mayoría no se pueden achacar a la Red".
Según la Asociación para la Investigación de Medios de Comunicación (AIMC), el 37% de los españoles se conecta entre 10 y 30 horas semanales. El 9% lo hace más de 60 horas. Los chats y las redes sociales son las actividades más populares. Esto ha alimentado un temor: engancharse a Facebook o al Messenger puede perjudicar la socialización en persona, la de toda la vida, la saludable. Falso. Diversas investigaciones echan el argumento por tierra. La Universidad de Virginia (EE UU) publicó una en enero: adolescentes entre 13 y 14 años con una vida social offline equilibrada son más proclives a utilizar redes sociales entre los 20 y 22 años. Las consideran una extensión normal de su vida. "Hoy los adolescentes tienen una necesidad social de comunicarse. Antes se hacía en persona o por teléfono. Ahora se hace por chat. El canal ha cambiado", explica Xavier Carbonell, profesor de Psicología de la Universidad Ramon Llull (Barcelona). Sus propios estudios demuestran que no es posible hablar de adicción. Ahora analiza el impacto en la conducta de los juegos de rol online.
Aquí sí existe una reducida, pero fiable, conexión entre videojuegos violentos y cambios de conducta. Nick Yee, investigador en el Palo Alto Research Center (California), calcula que un jugador medio dedica entre 20 y 22 horas semanales a esta actividad. "Lo único seguro es que justo después de concentrarse en un juego violento, algunos adolescentes reaccionan agresivamente, pero no podemos demostrar que aumente su agresividad a largo plazo".

jueves, 6 de mayo de 2010

Comprensión Psicoanalítica: El Narcisismo en Drogodependientes



NOCIONES SOBRE NARCISISMO EN DROGODEPENDIENTES
Mariana Flint - Psicólogo Clínico
            
“Self” es un término ligado al concepto de identidad; las posibles traducciones al español son “sí mismo”, “uno” o “uno mismo”, y aluden al sentido de identidad que tiene el término en inglés o en alemán. Ya Freud en 1910 propone la noción de “sí mismo” (“selbst”), cuando en la primera teoría de las pulsiones se refiere a la idea de búsqueda de la preservación ante la muerte y a la idea global de sujeto, individuo y persona (Lagomarsino, 1998).

Freud hasta Kernberg incluyendo a Hartman, Jacobson y Kohut, homologan el concepto de narcisismo a la identificación del self con las características maníacas y omnipotentes del yo ideal, una condición eminentemente clínica, por cuanto denuncia la apariencia sintomatológica observada en los pacientes con personalidad narcisista. Es decir, que la fenomenología “expansiva” observada en su conducta, es consecuencia del objeto ideal internalizado (López, 1991).


En este sentido, según Lagomarsino (1998), en el narcisismo el objeto de la libido es el Yo, y el Sí Mismo es el objeto de amor del Yo. El Sí Mismo queda definido como un conjunto de representaciones que conforman para el sujeto un modelo y funcionan como objeto actual del amor del Yo. El Si Mismo adquiere este sentido en la elección narcisista del objeto, es decir, la identificación con el objeto produce un conjunto de representaciones que el sujeto tiene de sí, este modelo será buscado en el objeto y revestido de líbido narcisista. Entonces lo amado será el modelo; el Sí Mismo, lo que uno mismo fue. Cabe puntualizar que las nociones de Sí Mismo y del Yo no pueden ser intercambiables, ya que se refieren a grupos de representaciones con distinto contenido.

El “Ideal del Yo” forma parte de la noción del “Sí Mismo” ya que sin ser del “Yo” está investido de libido narcisista y aparece como un modelo o representaciones, que se conforman a partir de lo que el sujeto no posee en el momento actual (Lagomarsino, 1998).

Según Aragonés (1999), la madre forma parte del yo narcisístico inicial y el niño lo es para la madre; en este sentido, la investidura narcisista es una fuerza cohesiva y englobante que se niega a diferenciarse e impide la diferenciación del otro, no dejándole espacio propio para la separación o diferenciación pues conlleva pérdida de sí mismo; además  el narcisismo de “su majestad el bebé” rechaza con dolor y furia todo intento de la madre de dejar de ofrecerse (brazos, piernas, pecho, miradas, voz) como parte de sí mismo del niño al diferenciarse ella como sujeto. De esta manera entre la consustanciación del Yo que lo incluye todo y la brecha entre el Yo y el objeto, Freud tiene el concepto de “investidura” como puente. Así, todo objeto, todo nuestro mundo objetal, todo el mundo que nos rodea estuvo, antes de desprenderse, investido narcisísticamente. Entre este antes y después, entre el Yo que todo lo incluye y la creación del mundo objetal (un mundo exterior al sujeto), se centra el momento fundacional del psiquismo.
   
Según Kernberg (1989, c. p. López, 1991) la personalidad narcisista, en vez de integrar las representaciones positivas y negativas, tanto del self como de los objetos, en la búsqueda de una “constancia del objeto”, junta todas las representaciones positivas e idealizadas del self y los objetos, lo cual resulta en un concepto poco realista y demasiado idealizado de sí mismo, así como un self grandioso patológico.

Es importante referir que de acuerdo a Melanie Klein, el Yo es la parte organizada del Self, constantemente influida por las pulsiones o instintos, pero teniéndolos bajo control mediante la represión; además dirige todas las actividades y establece y mantiene la relación con el mundo exterior; mientras que el Self envuelve la totalidad de la personalidad que incluye no solamente el Yo sino lo instintual correspondiente al Ello (según Freud), así como a los objetos internalizados y entidades como el Superyó; de esta manera la noción de Self implica sentirse uno mismo como totalidad animada, por ende ligada a la elaboración de la posición depresiva; por lo que una buena estructuración del Self supone la posibilidad de reconocerse en sus distintas relaciones de objeto y mecanismos defensivos así como la disminución de la identificación proyectiva patológica y la tolerancia de ansiedades depresivas y persecutorias (Lagomarsino, 1998).

Ya en 1930, Simmel subraya la importancia del narcisismo patológico en la personalidad pre-mórbida del drogadicto. Cuando se desarrolla la drogadicción, el paciente se transforma más y más en el niño narcisista, e irrumpe a la conciencia el infantil principio del placer. Al examinar la drogadicción grave describe una regresión a la fase de la succión en la que el paciente (especialmente durante el tratamiento en aislamiento) representa a un ser ya incapaz de emplear su aparato mental para vincularse con los estímulos. En su lugar, el cuerpo responde autoeróticamente a las tensiones y a los estímulos, lo cual explicaría los cólicos, los vómitos y la frialdad que sufre el drogadicto durante el tratamiento de privación. Simmel puntualiza el contenido de las fantasías orales del adicto, de comer y de ser comido por otros, que él vincula con el último recurso del deseo del paciente de perder los límites de su yo como el niño en el útero materno. El drogadicto que desea dormir y morir ha quedado bajo el dominio del instinto de muerte, impulsado por la dominación omnipotente del principio del placer. Sin embargo, existe también una tendencia a desviar nuevamente hacia afuera el "odio introvertido", para envenenar a otro en lugar de envenenarse uno mismo, situación que es actuada por la seducción ante los demás para convertirlos en adictos (Vásquez y Donghi, s.f.).

Las drogas psicotrópicas, permiten una satisfacción hedonista de corte profundamente narcisista, el reencuentro ilusorio con la completud originaria y sus afectos maniacos. Se trata de un efecto ilusorio de recuperación de la unicidad perdida. En muchos casos al efecto farmacológico y psicológico individual, se agrega el efecto ilusorio del grupo preedípico, la pandilla, banda o grupo de adictos, donde la identidad individual –no diferenciada- se circunscribe al grupo –sustituto de la relación dependiente con la madre: "soy, me defino, en función y a través del grupo”-, lo cual expresa el fracaso en la triangulación edípica y muestra las dificultades para alcanzar la individuación adulta (Bleger, 1971  c. p. Campuzano, 2002).

En este sentido López (1991), propone que tanto la introyección del objeto idealizado (investidura libidinal del Self), así como la del objeto malo, son consecuencia de la fusión narcisista entre las representaciones del self y del objeto externo idealizado. Más aun, la introyección de un objeto parcial cualquiera dentro del narcisismo patológico, conlleva a la proyección de una contraparte especular, como seria el objeto idealizado en contraposición al objeto malo perseguidor. Otra característica determinante en el narcisismo patológico es la rigidez de las estructuras, que operan guiadas por el instinto de muerte y la compulsión a la repetición, definiendo la transferencia. La fusión entre representaciones parciales del objeto idealizado y del objeto malo, que son introyectadas y proyectadas, constituyen partículas de alta velocidad, a las cuales Bion se refería como partículas beta, que sirven sólo para estructurar la acción y nunca como material para ser pensado.

Cuanto más difundidas y asequibles son las drogas, más se aprecia que puede asentarse su uso crónico sobre cualquier tipo de carácter, tanto preedípico como edípico. Pero también es visible que la reiteración de la búsqueda hedonista en las drogas, promovida por la experiencia narcisista, favorece el desarrollo de caracteres narcisistas preedípicos o de acentuados rasgos narcisistas en todo tipo de caracteres. El aislamiento narcisista del adicto con su droga es una de las configuraciones defensivas que frecuentemente se encuentra en la práctica clínica. Las familias suelen quejarse de que sus miembros adictos "ni los ven, ni los oyen", viven en un mundo aparte, y permanecen aislados aunque coexistan en el mismo ámbito que la familia. El desmontaje de dicha organización es requisito indispensable en todo proceso psicoterapéutico que busque la recuperación del adicto. También se observa que algunas de las recaídas en el proceso de recuperación de los adictos tienen que ver con mecanismos narcisistas. Por ejemplo, en aquellos sujetos que fracasan al triunfar, no por una culpa sino por la omnipotencia del narcisismo infantil, con argumentos como por ejemplo: “yo si puedo tomarme unas cervezas o inhalar unas rayas de cocaína, sin recaer en la adicción", postura fracasada al poco tiempo por la reinstalación del círculo adictivo. Es por ello que los pacientes requieren asistir periódicamente a grupos psicoterapéuticos que funcionen a manera de recordatorio, para hacer más difícil el paso a la omnipotencia nuevamente, luego de lograr la recuperación. Para controlar el círculo adictivo hay que tener muy en cuenta los mecanismos narcisistas y, en especial, a la omnipotencia infantil (Campuzano, 2002).

Según López (1991), el propósito más importante implícito en el tipo de estructura que se desarrolla en los adictos es mantener una dictadura sobre el aparato mental, impidiendo una ruptura o debilitamiento de su organización, mediante la idealización del conglomerado narcisista que conforma el objeto malo, por lo tanto todo cambio que amenace esto será sentido como un fracaso, por el temor de perder el control omnipotente derivado de los procesos de idealización. La protección a la persona, el cuidado por la vida o la tranquilidad a largo plazo, son continuamente denigrados y desvalorizados por la persona, hasta no sólo obstruir la lógica simbólica sino las relaciones causa-efecto; midiendo los hechos por sus intenciones y no por sus consecuencias: “los efectos de la droga me encantan, me gusta la vida de la calle, me aburro de estar en un solo lugar o en un mismo empleo, etc.…” y se habla poco de los resultados como la pérdida de estudios, trabajo, robos, disputas familiares, entre otros.

Según Simmel (1930, c.p. Vásquez y Donghi, s.f.), la drogadicción también actúa como defensa contra la melancolía: puede considerarse como una "manía artificial". Sin embargo, la manía farmacotóxica progresiva, en contraste con la manía espontánea, no ayuda al paciente a encontrar el camino de regreso a los objetos. Originariamente, la droga protege al yo en su conflicto con el ello, con la realidad y el sentimiento de culpa, pero en el curso de la adicción la droga usurpa el lugar de todos los objetos contra los cuales alguna vez se dirigió la agresión. También subraya Simmel, que la drogadicción actúa como protección contra la reacción psicótica en estados de regresión. Apunta en uno de sus casos la aparición de un sistema paranoide después del retiro de la droga. En otro no hubo una reacción paranoide notable tras la privación, pero el elemento melancólico era extremadamente notable. Sin embargo, es importante destacar que aun en los estados más agudos, los mecanismos melancólicos no son puros.

Para mantener el control omnipotente del objeto bueno, el adicto utiliza mecanismos de degradación sucesiva, negación de las bondades del pecho, comportamiento “como si”, proyección de aspectos primitivos del superyó, identificación proyectiva y ataque a la lógica del pensamiento (López, 1991).

Glover (c.p. Vásquez y Donghi, s.f.), resalta particularmente la importancia de conocer si la sustancia elegida por el adicto es nociva o inocua. Piensa que en la elección de un hábito más nocivo, el elemento sádico es decisivo. La droga sería una sustancia (objeto parcial) con propiedades sádicas que pueden existir tanto en el mundo interno como externo, pero que sólo desde adentro ejerce sus poderes sádicos. Las sustancias benignas están más ligadas a los intereses erógenos, a la explotación de un desarrollo ulterior y con predominancia libidinal genital. También destaca Glover (c.p. Vásquez y Donghi, s.f.), que el adicto explota la acción de la droga en términos de un sistema infantil de pensamiento, sostiene que la sustancia droga, interviene como "contra-sustancia externa" que cura [el sufrimiento internamente] por destrucción.

Simmel (1930, c.p. Vásquez y Donghi, s.f.), señala que el drogadicto tiene conciencia del significado simbólico de las drogas y sugiere que durante el análisis surge con claridad la frecuente identificación de las drogas con la orina y las heces y su relación con la compulsión a tomar algo repugnante. A menudo, el frasco o la jeringa representan al falo, pero en la capa más profunda de la simbolización, el falo está significando al pecho materno al cual el drogadicto anhela unirse. Simmel cree que la madre del drogadicto es a menudo seductora y permisiva en exceso como madre nutricia y que extrae ella misma de la nutrición un placer autoerótico. Esta madre se constituye en el superyó temprano del drogadicto, fácilmente seducible y seductora, lo cual a su entender explica por qué el superyó del drogadicto totalmente desarrollado es corrompido con facilidad por el ello (Vásquez y Donghi, s.f.).

La adicción a cualquier droga, por inocua que parezca, nunca tiene algo paradisíaco, ni nada que se le parezca; pareciera que lo mas importante no es la supuesta regresión al útero materno, sino la confusión psicótica de zonas, resultante de la idealización de las heces, pautándose que el ano es el útero, el paraíso, y las heces (las drogas), el “manjar de los dioses”. Después de todo, los actos se miden por sus consecuencias y no por sus intenciones, mientras que en pacientes adictos lo que prevalece es actuar por la intención que se tenga y no por la consecuencia que vaya a acontecer (López, 1991).



Referencias Bibliográficas
Aragonés, R. (1999). El Narcisismo: como matriz de la teoría psicoanalítica. Ediciones Nueva Visión: Buenos Aires.
Campuzano, M. (2002). Adicciones y Narcisismo [Versión electrónica],  LiberAddictus, 62.
Lagomarsino, J. (1998). Orígenes y evolución del psiquismo según Heinz Kohut. Trabajo No Publicado. Ateneo de Estudios Psicoanalíticos, Rosario, Argentina.
López, R. (1991). Adictos y Adicciones: Una visión Psicoanalítica. Monteavila Editores: Caracas.
Vázquez, L. y Donghi, A. (s.f.). Desarrollos post-freudianos relativos a las adicciones. Recuperado el 22 de enero de 2008, de http://www.sexovida.com/psicologia/freud3.htm

lunes, 12 de abril de 2010

El Proceso de la Recaída...

La adicción como enfermedad crónica está asociada con una tendencia natural a la recaída. Eso no significa que sea inevitable o apropiado tener recaídas, sino que son una realidad, y la mejor forma de prevenirlas es aceptando el riesgo y conociendo mejor este proceso, también llamado síndrome de la recaída.
Uno de los malentendidos más frecuentes es que la recaída es simplemente la vuelta al uso de la sustancia o de la droga. Aunque esto es parcialmente cierto, en realidad se le llama recaída a todo el PROCESO (1), tal como lo vemos en el gráfico siguiente, que va desde un estado de ABSTINENCIA sostenida (2), hasta el CONSUMO O adicción activa (3). Este proceso ocurre a lo largo del tiempo (4) y se manifiesta como una serie de síntomas o cambios, que son en realidad regresiones a los antiguos patrones de conducta y pensamiento que ya se habían superado. Usualmente este proceso de recaída está formado de pequeñas decisiones riesgosas (5) que la persona toma, y que, enlazadas unas con otras, van llevando a construir el camino de la recaída. Estas pequeñas decisiones, llamadas también “decisiones de riesgo relativo” (5), son aparentemente decisiones sin importancia, pero su efecto es acumulativo y van llevando al adicto hacia una situación imposible de resistir (7), donde será inevitable el uso de la droga, pues los límites o márgenes de susceptibilidad se sobrepasan. Existe una línea imaginaria, o línea de no-retorno (6), luego de la cual no es posible dar marcha atrás a la conducta de búsqueda de la droga y su uso es inminente. Aún así, en la zona de transición entre la línea de no-retorno (6) y el consumo (3) la recaída es principalmente conductual y de actitud, sin que se haya concretado aún el consumo de forma patente.

·  Definición de la Recaída
La recaída se define como el proceso de retroceso a los patrones de comportamiento y pensamiento típicos de la adicción activa, que ya se habían superado, y que finalmente llevan de vuelta al uso de la droga, retrocediendo hasta llegar de vuelta al estado de enfermedad adictiva que existía antes de comenzar la recuperación, la rehabilitación.







Para poder hablar de recaída una persona debe haber estado previamente en recuperación, o sea abstinente y con cambios de conducta, por un período significativo de tiempo. Por el simple hecho de no haber usado por un tiempo drogas y luego volver a usarlas, no significa necesariamente que es una recaída. Podría tratarse de episodios de consumo alternos, dentro de un período de adicción activa.

A pesar de que una recaída puede ser peligrosa y se traduce finalmente en sufrimiento y pérdida de tiempo y energía, a veces las recaídas también son períodos de aprendizaje, para una persona que desea recuperarse. A pesar de estar conscientes de su problema y de tener buena disposición para la recuperación, un adicto puede recaer, si no maneja bien las situaciones de riesgo o descuida su proceso de cambios. Luego de una recaída es más probable que el adicto este más claro en qué cosas ha estado haciendo mal. Aún así no es necesario recaer para poder aprender o avanzar en la recuperación.



·  Síntomas de una Recaída
Una persona en recuperación puede comenzar a mostrar síntomas de una recaída mucho antes del consumo. Poder identificar estos síntomas y tratarlos a tiempo puede ayudar a prevenir una recaída:

1. Retorno del pensamiento obsesivo con respecto al uso: Podrían ser pensamientos relativos al uso, sueños o deseos de usar la droga, que vuelven luego de que habían desaparecido.
2. Actitud de desafío con respecto al plan de recuperación: Volver a los lugares de riesgo, volver a ver las personas relacionadas con el uso de drogas.
3. Descuidar el plan de recuperación: Dejar de ir a las reuniones de egresados o grupos de seguimiento, faltar a las citas con el terapeuta, dejar de leer o hacer ejercicios, es decir dejar de realizar comportamientos que protegen a la persona.
4. Aislamiento o pérdida de contacto: se comienza a perder la comunicación con las nuevas relaciones de recuperación, personas positivas, que se han logrado establecer.
5. Irritabilidad: ocurre especialmente en las relaciones significativas del adicto, es decir, con sus familiares, amigos y demás personas cercanas.
6. Obsesión con la imagen o los defectos físicos: se comienzan dietas excesivas, se observa preocupación excesiva acerca del peso.
7. Sentimientos de depresión y ansiedad flotantes: sobrevienen a la persona estados emocionales incómodos, que no necesariamente se relacionan con ningún evento externo.
8. Renacen o se exaltan los resentimientos hacia otras personas.
9. Discusiones frecuentes en el hogar y la familia.
10. Actitud defensiva al hablar del tema de su rehabilitación.
11. Insomnio, intranquilidad y dificultad para descansar.
12. Preocupación obsesiva por el dinero y por la seguridad financiera.





Estos son solo algunos de los síntomas relativos al síndrome de la recaída. Cada persona es diferente y por lo tanto mostrará síntomas propios, pero en general es marcadamente notable la presencia y evolución de este síndrome. Una de las paradojas de la recaída es que mientras más marcados son los síntomas, menos capacidad tiene el adicto para poder aceptar las críticas constructivas de las personas que lo rodean, y que podrían preocuparse por la posibilidad de una recaída.
El proceso de recaída puede ser detenido ya sea por la propia iniciativa o por la intervención de personas que rodean al adicto y que le sirven de apoyo tales como familiares, terapeutas o compañeros de grupo. Al momento de detectar que la recaída esta en curso, es indispensable que se contacte con el psicoterapeuta tratante, la institución  donde se realizó el proceso de rehabilitación, así como con familiares cercanos que sirven de sostén emocional a la persona que tiene dependencia o abuso de sustancias.


 (Tomado y adaptado de www.adicciones.org/recuperacion/recaida.html)